El mundo del retail está evolucionando no solo debido al efecto de las nuevas formas de comprar, sino también por el cambio cultural que implica una nueva manera de gastar el presupuesto disponible por parte del consumidor: el peso del gasto destinado a las experiencias gana terreno al de las cosas, y la necesidad de que los centros tengan una oferta más variada, con mayor superficie destinada a ocio y restauración, y con espacio flexible que permita crear eventos y conseguir que pasen cosas diferentes cada semana configuran la clave para desarrollar el modelo. Este contexto ha convertido el producto centro comercial en un activo que requiere una gestión más intensiva y especializada, limitando algo la liquidez como producto de inversión.