En un contexto económico marcado por la incertidumbre en Europa y en el mundo, la inversión en retail se presenta como una opción especialmente atractiva para los inversores que buscan estabilidad y rentabilidad a medio y largo plazo.
Los centros comerciales, tradicionalmente percibidos como activos más expuestos al ciclo económico, han demostrado una notable capacidad de resistencia. Su elevada diversificación de ingresos, gracias a inquilinos de diferentes sectores, permite mitigar el riesgo individual de cada operador. Además, la mayoría de estos inquilinos son empresas europeas, lo que reduce significativamente la exposición a políticas proteccionistas o arancelarias. Las rentas actuales, en muchos casos contenidas, permiten a los operadores mantener una tasa de esfuerzo muy cómoda, lo que aporta sostenibilidad a los ingresos incluso en escenarios de contracción del consumo.
Por otro lado, los parques comerciales y los activos vinculados a la alimentación se han consolidado como verdaderos activos refugio. En épocas de dificultad económica, el consumidor prioriza los bienes de primera necesidad y busca precios ajustados. Esta tipología responde de forma eficaz a esa demanda: supermercados, tiendas de mascotas, bricolaje, formatos descuento, etc. no solo mantienen sus ventas, sino que en muchos casos las mejoran. La compra en estos entornos es rápida, eficiente y práctica, lo que favorece su adaptabilidad. Como en los centros comerciales, el predominio de operadores europeos aporta una mayor estabilidad en el plano logístico y regulatorio.
El retail en España ha demostrado su capacidad de adaptación. Desde la crisis financiera de 2008 hasta el llamado “apocalipsis retail” de 2018, pasando por la pandemia de 2020 o la subida de tipos de 2022/2023, el sector ha sabido ajustarse y reinventarse. Los activos que han superado estos desafíos han probado su solidez y se posicionan como modelos capaces de resistir la incertidumbre del contexto.